
Observa a los árboles. Intérnate en su follaje y en su quietud. Imagínate la soledad y el silencio, a la espera de algunas palabras y algunas caricias, sabiendo las recibirás tan solo del aire. Caracterízate uno más. Uno más del montón. Por más que seas diferente, eres tan solo uno más. Y en silencio esperas tu muerte, sin poder hacer nada por evitarla. Y sabes que nadie te recordará, a no ser que hayas estado en un sitio especial. Imagínate el saber que tu especie algún día morirá, y no puedes evitarlo.
Observa a las rocas. Observa su inmortalidad. Imagínate una vida de centurias, milenios, sin expresión, sin cariño, sin nada más que tú. A veces recibirás golpes que no te dolerán físicamente; te partirán en pedazos, pero no morirás, tan sólo te quedarás allí, siempre allí, observando. Hay quienes dicen que los minerales, las rocas, sienten. ¿te imaginas lo que ello significaría?. La ignorancia nos envuelve. ¿Qué se sentirá vivir para siempre en esas condiciones, con esas características, sin ilusiones?.
Siente la brisa. ¿Te imaginas todo lo que habrá observado una brisa?. Nacer por tan solo unos instantes, morir y nacer de nuevo. ¿Qué se sentirá?. A veces suave, otras violenta. Algunas veces arrastrando un aire melancólico, sombrío, distante. Como si recordara algo. Quizá su origen. ¿Quién sabe?. Pero es un aire que inclusive podemos sentir. ¡Cuántas veces una “simple” brisa nos ha despertado un estado de ánimo!. ¡Cuántas veces una brisa nos ha hecho recordar instantes, hechos, pretéritos, “algo”!. ¿Acaso una brisa jamás te ha golpeado?. Golpea. Golpea al corazón, a la mente, a veces al alma.