La verdad, ¿qué es?, ¿la conocemos?, ¿queremos conocerla?.
Una realidad más absoluta, en esencia. Amplitud. Libertad o traición. ¿Y el cinismo o sub-realidad?. ¿Nos gusta?. ¿Somos adictos a ella?. Una pseudo dependencia que a veces une lo lógico con lo físico y atrapa a la mente en un egoísmo que se centra en la razón.
¿Y la línea que nos divide de los Homo-Sapiens?. Nos vuelve a buscar una verdad, pero no “La Verdad”, sino “Nuestra Verdad”, o sea, una verdad no absoluta. Buscamos una verdad que se adapte a nuestra razón, a nuestra sub-realidad.
Entonces, ¿queremos conocer la verdad absoluta?, ¿la adaptaríamos a nuestra razón, de ser diferente a ella?. Y si la distancia que existe de diferencia entre ambas es prácticamente infinita, ¿soportaríamos la verdad?. Y en el caso hipotético de que la verdad nos sea revelada por el máximo ser superior, en cuya palabra confiamos (fe), y esa verdad no es la que esperábamos, la que pensábamos, o simplemente no nos gusta, ¿continuaríamos confiando en ese ser superior?. ¿Seguiríamos confiando ciegamente en su palabra?. ¿Qué pasaría con los valores del mundo humano?.
En síntesis, ¿en realidad queremos conocer “la verdad”?. Esa palabra que parece tan eterna y tan cercana a veces, tanto que parece que la respiramos, pero no estamos preparados para sentirla, percibirla, tragarla, puesto que aún la seguimos filtrando y ajustando a nuestras necesidades; la convertimos en un elemento de consumo masivo, un medio de lucro, una religión y forma de vida, de existencia.
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